LA TIERRA PROMETIDA


Cada vez resulta más común, o incluso es ya habitual encontrarnos con inmigrantes por la calle, en el trabajo, en el médico, en la escuela. A menudo oigo a la gente hablar diciendo que los inmigrantes nos quitan el trabajo, que a ellos les dan más cobertura sanitaria, prestaciones y ayudas que a nosotros, que llevamos años cotizando. Curiosamente después acaban diciendo que ellos no son racistas, pero la misma sociedad les lleva a serlo.
Quizá entre todos hemos ido contribuyendo a crear nuestro estado de bienestar y nos incomoda que vengan de fuera a quitarnos lo que nosotros consideramos que nos hemos ganado, pero lo cierto es que nunca tenemos en consideración a costa de quien se ha ido creando todo este estado de bienestar. Quizá quepa recordar que en tiempo de conquista, fuimos a otras tierras en las que nos apoderamos de cuanto pudiese tener valor, incluso mano de obra esclavizada, incluso les quitamos su propia cultura para imponerlos la nuestra. Después también había gente extranjera que vivía por estas tierras y los expulsamos por no compartir nuestra religión o por sus orígenes, desposeyéndolos de cuanto tenían y habían creado. También los países desarrollados utilizan la mano de obra barata de los menos desarrollados para abaratar los costes y sacar más beneficios. Quizá resulte lógico pensar que de alguna manera ellos vuelven a recuperar aquello de lo que les hemos ido desposeyendo a lo largo de la historia, pero quizá eso formará parte de los desconocidos mecanismos del universo.
Tal vez resulte necesario hacernos ver que vivimos tan bien, que incluso llevamos a los perros a la peluquería y ellos tienen mejor cobertura sanitaria y comida que muchas personas en el mundo; que nosotros podemos permitirnos tener vicios, o enfermedades como la obesidad, la anorexia y bulimia o incluso depresiones, cosa que en países donde realmente sufren calamidades no conocen estas cosas. Pero ahora bien, para conocer la verdadera dimensión del fenómeno migratorio de las personas, deberíamos intentar ponernos en su lugar: ¿Qué haríamos nosotros si no tuviésemos para comer, para beber, donde dormir, la sequía asolase nuestras tierras, además de las enfermedades?. ¿Seríamos capaces de dejar todo lo que hemos conocido, incluso a la familia con la incierta esperanza de encontrar una cosa mejor?. ¿Tendríamos valor para hipotecar lo poco que poseemos, dispuestos incluso a arriesgar la vida para ir a tierras desconocidas?. Y si llegaremos a otro lugar en la que la gente vive tan bien, que incluso se permite dejarse comida en el plato de un restaurante, ¿Cómo nos sentiríamos nuevamente si nos dejasen tirados en la calle como un perro?. ¿No querríamos por lo menos tener lo básico para poder vivir, a pesar de que fuera por una corta temporada?.
Una cosa es cierta: nosotros debemos agradecer haber nacido aquí y valorar todas las oportunidades que hemos tenido: a pesar de que ahora la situación esté en crisis, la mayoría de los inmigrantes no conocen otra cosa. Ellos siempre han estado en crisis, y seguro que mucho peor que la nuestra. Nosotros hasta ahora hemos tenido muchas oportunidades, como decidir si estudiar o trabajar, o elegir qué nos apetece más comprar en el supermercado, elegir a nuestra pareja o nuestra casa, incluso si tener hijos ahora o más adelante.
Debemos dejar de lado nuestros prejuicios y egoísmos y ser un poco más solidarios con los más necesitados.
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