UNA ADICCIÓN MÁS

Resulta curioso caminar por la calle y observar la gran cantidad de gente que hay enganchada a estos pequeños aparatos. Hay niños, jóvenes y mayores. Unos de ellos, enganchados por las orejas, otros por la vista, y muchos de ellos, manoteándolos constantemente. Así, es sorprendente, al mismo tiempo que quizá un poco terrorífico, el poder que tienen los móviles en nuestras vidas, que incluso nos cautivan cuando vamos al volante de un vehículo, o mientras cruzamos un semáforo de peatones al mismo tiempo que chateamos.

En ellos podemos llevar fotos, música, vídeos u otra información personal; con ellos también podemos acceder al correo o Internet, consultar el tráfico, acceder a la cuenta del banco, comunicarnos con los amigos y familiares, almacenar los datos que recordar en nuestro calendario, ver por dónde ir a un determinado lugar con el coche, leer el periódico o una novela... Quizá son demasiadas cosas para este pequeño y en apariencia inocente e insignificante aparato. Incluso, llega a ser tal su valor, que lo podemos asegurar por si lo perdemos, nos lo roban o se rompe.

Pero no sólo podemos estar enganchados al aparato en sí, sino que también nos tiene enganchados al consumo eléctrico y la conexión a Internet, aparte de un desmesurado consumo de tecnología que se renueva a diario con nuevos modelos que tienen más prestaciones, generando así una gran contaminación y explotación de los recursos naturales en sus imparables procesos de manufacturación. Pero realmente, parece que esto no nos importa a los consumidores, que nos creemos libres, pero que en realidad somos dependientes, adictos, esclavos del consumo y las tendencias; que al mismo tiempo crean distinción entre los que tienen esta marca o modelo de teléfono o el otro; entre los que están a la última o entre los que se han quedado atrás; entre los que saben utilizarlos y los que no.

Quizá estos aparatos móviles realmente llegan a ser necesarios, pero creo que debemos darles sólo la importancia justa. Además, a menudo también acaban haciendo de intermediarios entre las personas: no podemos o no nos sabemos comunicar si no es por media de estos dispositivos y entre otros efectos, esto creo que no es demasiado bueno para el cerebro humano, que para desarrollarse, necesita de la interacción con otras personas; que para madurar, necesita del contacto humano, que por mucho que conseguimos mejorarlo, quizá nunca nos dará una máquina.

--   Daniel Balaguer    http://www.danielbalaguer.es    https://sites.google.com/site/danielbalaguer