SUPERPODERES

Hay tres grandes poderes que dominan parte del universo, y más especialmente nuestra ciudad. Estos son el poder inaugural, el poder festero y el poder electoral. Pero por desgracia, estas fuerzas sólo operan durante unos pocos días al año y no siempre. A veces pasan como un cometa: cada cierto tiempo.

Así, el poder inaugural, hace que en pocos días, se creen numerosos puestos de trabajo, que a destajo, son capaces de hacerlo todo en cuatro días para que todo esté preparado el quinto día, que es cuando el político o la autoridad de turno lo debe inaugurar todo. Generalmente al sexto día, ya podemos encontrar algunos desperfectos a causa de la prisa con la que se ha hecho todo.

Después tenemos el poder festero, que quince días o un mes antes de la fiesta mueve cielo y tierra para que nuestra ciudad esté engalanada para recibir al visitante, como si fuera más importante que la gente que vive durante todo el año en ella. Así se ponen luces en la calle, se limpian parques y jardines, se hacen explanadas para aparcar y se instalan urinarios. Y como todo, se va un dineral para tres días al año.

Y por último, tenemos el poder más potente, pero por desgracia más espaciado y parece que también con una duración menor. Pero lo mejor de todo, es que este poder es capaz de actuar no sólo en nuestra ciudad, sino incluso en un país entero. Se trata del poder electoral. Este es capaz de crear cosas como un parque infantil en sólo dos días, o empezar obras de esas que nunca empiezan, o arreglar aceras, viales y poner barandillas en parques donde los niños juegan cerca de los coches o incluso organizar fiestas multitudinarias en las que incluso pueden llegar a convidar los jubilados para comer; eso por no hablar del dinero que es capaz de mover en el campo de la publicidad, llenando las calles y los buzones de todo el mundo, con lemas que ni les van a las fotos o que ni tan siquiera ellos se creen, pero que parece que quedan bien y hacen que se coticen mejor. Así que a mí sólo me queda pensar que de alguna manera nos ven como auténticos borregos que cualquiera puede comprar en una granja, tratando de seducirnos para que nos adentremos en el camión que nos llevará al matadero. Entonces me pregunto: ¿no sería más fácil poner una tienda de esas como las de “Compro Oro”, en las que pusiera “Compro Votos”?.

Así, no salimos de cara o cruz, quizá para que creamos que mes vale ruin conocido que... Quizá no somos capaces de creer o imaginar que otros políticos de grupos minoritarios no lo puedan hacer bien, por lo menos en sus primeros años de legislatura. ¡Ojala estas dos fuerzas políticas dominantes se quedaran con el culo al aire y llegaran a ver como se quedan fuera del bombo!, pero eso sólo es la mayor de las ficciones que ni las multitudinarias acampadas o manifestaciones son capaces de convertir en realidad.
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ARTÍCULOS DE FIESTA

Yo no soy nada festero, ni puedo decir que me guste mucho la fiesta o le tenga devoción. Soy de esas personas que si pueden, aprovechan para irse de viaje, a pesar de que yo sólo he podido irme por los alrededores huyendo de mi casa en el centro para poder dormir y pasar unos días tranquilo. De no ser porque en algún momento he tenido que ir a mi casa o pasar por el centro por motivos laborales, casi ni me he percatado de la fiesta.
Eso sí, me han dicho que la Entrada ha lucido mucho, sin que se notara la crisis, pero para mí la fiesta empezó el viernes a las tres de la tarde cuando la policía me dijo que no podía entrar en coche a mi casa sin un pase. "¡Tan pronto cierran el puente!. ¡Pero si los actos no deben empezar hasta las siete o las ocho de la tarde!. ¡Sólo necesito pasar un momento y cargar unas cosas!". Yo no entiendo nada de fiesta y no sabía que se necesita un pase incluso para ir a mi casa, que está al otro lado del puente!. "Nada de nada!" dijo el municipal. No me dejó pasar. ¡Cojones!, ¡si que empiezan bien!. Casi me dan ganas de pedir a que llueva mucho, pero que mucho, más de lo que llovió este año, pero bien. Consigue que mi padre me deje su pase, que pertenece a la matricula de otro vehículo, pero que la policía no se molesta al comprobar y me deja pasar. ¡Eso es seguridad!.
Los localitos de mi calle, que grupos de jóvenes han alquilado hace tiempo, estaban a reventar. Seguro que en estos días suben las acciones de las destilerías y licoreras. El hermano de una compañera de trabajo, que precisamente trabaja en este sector, dijo que en nuestra ciudad se bebe más que en cualquier otro lugar. Un año, queriendo promocionar una de estas bebidas alcohólicas, se quedaron sin existencias el mismo Día de los Músicos, cuando acaba de empezar la fiesta, cosa que no les había sucedido en ningún otro lugar. Menos mal que sólo duran tres días, sino, seguro que se emborrachan incluso las ranas del río!.
Pero después de todo, independientemente del oficio, creo que ni nos imaginamos la cantidad de gente que trabaja en fiestas y que ni tan siquiera nos molestamos en agradecer su esfuerzo para que otros se puedan divertir: Policías, bomberos, hosteleros, servicios de limpieza y personas como yo, que iba a hacer el seguimiento diario de gente que vive por donde han puesto los tenderetes de los feriantes este año. Yo pasaba pronto, cuando aún no estaban abiertas y los feriantes se dedicaban a comentar como les iba o preparar la jornada. Había de todo: descontento por el lugar, pocos ingresos, crisis y hambre. Debe ser duro vivir así, de un lugar a otro, con cuatro tonterías de las que deben comer o sobrevivir. Y aún hay quien sólo tiene una sábana y cuatro trastos, que recogen de un salto si ven a la policía, porque no tienen "papeles".
Cuando pasó todo el sarao, nos acercamos a ver los Soparets, y de paso, pedir un bocadillo en cualquier parte. Eso es todo lo que pudimos gozar de la fiesta y mientras esperábamos al camarero, presenciamos como unos muchachuelos se iban sin pagar su bocadillo y sólo uno de ellos se quedaba a solas esperando a que le cobraran el suyo, mientras miraba a unos compañeros que lo habían dejado, huyendo sin vergüenza.
Buscando apreciar los restos de la fiesta, ya por el centro notábamos aún el olor de pólvora y de las boñigas de los caballos mientras paseábamos entre la gente que continuaba aguantando la fiesta y se resignaba a despedirla, entre la basura y las meadas o vomitonas de las calles y la iluminación de sus ornamentos. Y entre todo eso, se veían los signos del paso de la diversión en los carteles de la campaña electoral, donde había adhesivos en lugares estratégicos y bigotes. ¡Ché!. ¡Con el dinero que se gastan!.
Ahora ya ha pasado todo y quizá sólo queda el recuerdo y alguna que otra resaca, pero nosotros debemos volver a la rutina. Seguro que algunos tendrán de que hablar.
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LOBOTOMÍA

La semana pasada, mientras yo esperaba en un semáforo, me encontré con el que hace muchos años fue mi peluquero de barrio, que salió de su barbería situada en esa misma esquina para saludarme con gran emoción y simpatía, dado que hacía mucho tiempo que no me veía.
Hace años que yo me había mudado de barrio y ya no pasaba por allí. Lo cierto es que a lo largo de mi vida, tampoco fui de los que iban mucho a la peluquería, pero mi hermano continuaba pasando por allí y al parecer hizo que se mantuviese vivo ese contacto que yo había cortado.
La verdad es que con aquel trato, me entraron ganas de ir a cortarme el pelo de nuevo, aunque ya lo tuviese cortado al dos. Antes no me gustaba demasiado que me cortasen el pelo, porque siempre acababan cortándomelo quién sabe cómo, sin que atendiesen demasiado a cómo yo quería tener el pelo, pero realmente daba gusto ver cómo se manejaba con las tijeras, que parecían una prolongación natural de sus propias manos. Lo cierto es que ahora ya no me importa cómo pueda llevar el pelo y casi prefiero llevarlo muy corto.
Después de recibir ese trato, me pregunto cómo puede haber gente tan simpática y agradable y en cambio haya personas tan hurañas y estúpidas caminando por la tierra, que además se dedican a fastidiar a los demás, no conformándose con la infelicidad que ellos mismos han decidido vivir, dañando así toda buena y feliz convivencia.
Quizá por desgracia puedo decir que conozco a unas cuantas personas de esas sin las que todos seríamos mucho más felices. Son personas que han puesto ponzoña entre hermanos o primos hasta el punto que hayan dejado de hablarse. Algunas de ellas han tenido poder para abusar de sus trabajadores, incluso para dividir sociedades y destruir empresas. Otras han creado rivalidad entre compañeros de trabajo. Incluso he conocido a algunas que bien podría decirse que han tenido hijos por envidia de los hijos de otros.
Me pregunto si ese tipo de actitudes no tendrá alguna cura; si acaso practicándoles algún tipo de lobotomía no se podría corregir ese tipo de enfermedad mental que tantos problemas acarrean en este mundo.
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EL IMPERIO CONTRAATACA

El pasado miércoles iba yo tranquilamente caminando por uno de esos oscuros rincones de nuestra ciudad, que por mi profesión, suelo visitar a diario, y de repente empecé a oír gritos. A medida que iba avanzando, empecé a ver gente y más gente mirando desde balcones y ventanas, que por cierto también comenzaron a gritar o a preguntar qué sucedía.

Era tarde y el día empezaba a confundirse con la noche, pero llegando ya a mi destino, pude ver bien de qué se trataba: una pelea entre dos muchachas, una más gorda y otra más delgada. Iban peleándose y moviéndose al mismo tiempo dentro de un pequeño círculo de espectadores hambrientos de acción. Había patadas voladoras, puñetazos y estirones de pelo animados por la concurrencia, que también animaba a que continuasen pegándose o diciendo a que dejaran que se pegasen, y con sorpresa, entre los gritos que parecían los del patio de la escuela en un acalorado partido de fútbol, oí alguien que también pedía a que se mordieran.

Poco después empezaron a salir de todos los rincones niños y mayores hacia el lugar de la batalla como naves de combate, dispuestas a atacar o defender su imperio. Empezaron a juntarse una cincuentena de personas, de esas que la sociedad arrincona en una barriada. Quizá era una situación que a mucha gente podría causarle miedo y pasaría deprisa para irse lejos lo más pronto posible.

A mí me resultaba una situación emocionante, pero carecía de muchos detalles de la historia. Además, yo debía entrar en la finca pasando por en medio de la pelea, que por suerte fue moviéndose un poco hacia la derecha y pude pasar como si nada sucediese y quizá sin que nadie se percatara de mi presencia ajena, como las cámaras que graban una película.

Tardé unos quince minutos en salir, después de contarles los acontecimientos con sorpresa y emoción a las personas que debía visitar. Ahora, desde la puerta de la calle, vi que la pelea estaba situada a unos quince o veinte metros y había una mujer mayor que destacaba en aquel círculo, con los cabellos largos, rizados y negros, vestida también de negro, que bien podría parecer “Dar Bader” y que gritaba con autoridad mientras las dos protagonistas continuaban buscando vengar la ofensa causada por la otra.

A veces hablamos de integración; queremos luchar contra el racismo; quizá queremos que todos seamos iguales y nos comportamos civilizadamente, como seres evolucionados, pero aún queda mucha gente que quizá no ha evolucionado tanto y que no acaba de integrarse en nuestro modelo, en apariencia abierto a la tolerancia, pero desde lejos, como un ideal porque lo cierto es que poco invertimos en ella.

Otros, en cambio, a pesar de que esté mal visto, no dudan al declararse racistas, porque esta gente que la sociedad rechaza, no deja de darles más motivos que alimentan el racismo.
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SÓLO SOY UN ALCOHÓLICO

La influencia de los amigos, vivir la misma situación en casa, la soledad, una mala separación conyugal, la falta de trabajo y otros problemas son a veces algunas de las causas que llevan a la gente a apoyarse en el alcohol o también otras drogas buscando olvidar u ahogar todas sus desgracias, a pesar de que sólo sea durante unos momentos, porque quizá carecen de las fuerzas o capacidades para hacer otra cosa y buscar una solución.

También hay gente que utiliza el alcohol o las drogas por placer, como elección personal y a veces prefieren vivir en la calle, antes de que llevar una vida “normalizada”, con sus horarios, responsabilidades, tareas, obligaciones y pagos.

A veces pasan los años y algunos se percatan que los problemas no se solucionan así, es más, se agravan, incluso llegando a perder la relación familiar, el trabajo o la salud. Algunos deciden ponerse en tratamiento con verdaderos motivos de cambio, pero otros sólo buscan subsistir una temporada de centro en centro; de tratamiento en tratamiento o esperando conseguir algún tipo de prestación.

 Hay numerosos tipos de tratamiento, pero sobre todo, uno de los puntos más difíciles es la necesidad de apoyo de las personas que sufren una adicción, porque quizá la “profesionalidad” está contraindicada con la implicación emocional y personal.

El hecho de cambiar completamente de vida, abordando las capacidades personales, la formación, las habilidades domésticas y sociales, el cambio de entorno y la ocupación laboral son puntos de su tratamiento, pero a veces ese tratamiento se lleva a cabo en centros cerrados, fuera de los cuales se enfrentan a una nueva vida que no siempre es fácil rehacer y menos a medida que pasan los años y en solitario.

La soledad es así una de las principales dificultades que a menudo malogran todo el tratamiento anterior, porque una vez acabada la estancia en un centro, se enfrentan otra vez a su propia realidad, sin buenos amigos, sin pareja, sin apoyo familiar, sin habilidades sociales, sin casa, sin trabajo...

Al fin y al cabo, ¿Quién quiere ser amigo de alguien que ha tenido problemas con el alcohol u otras drogas?. ¿Quién quiere darle otra oportunidad después de los quebraderos de cabeza que quizá les haya ocasionado?. ¿Quién quiere implicarse de manera “personal” en ayudar que a una persona vaya adelante?. ¿Quién quiere pasar el rato con una persona que a veces ni tan siquiera puede tener conversación?.

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