NO PODEMOS CAMBIAR EL MUNDO

A menudo me he encontrado gente que quería cambiar el mundo, entre los que debo decir que yo también me podría incluir. Así hay mucha gente que de alguna manera no está satisfecha ante tantas injusticias y necesidades como encontramos en esta vida y dicen que quieren hacer algo por tratar de mejorarla, pero generalmente las palabras no acaban convirtiéndose en hechos y es poca la gente que realmente se moviliza.
Por contra, hay gente que sí que trata de hacer cosas por mejorarlo, pero a menudo encuentran tantas resistencias, indiferencias y necesidades, que acaban agotados y quemados. Quizá este es el primer paso para nuestra propia derrota. Está claro que no haremos de este un mundo mejor, por las propias limitaciones, capacidades y intereses del ser humano, pero por el momento si podemos llegar a comprender que un mundo mejor es posible, partiendo de un cambio en nuestra forma de ser y de actuar con los otros; cambio que puede requerir tantas generaciones, que nuestra aportación, o pequeño cambio nunca llegará a alcanzar a todo el mundo, pero siempre ayudará a los de nuestro entorno más próximo, y por tanto, realmente estaremos llegando a mejorar el pequeño mundo de nuestro alrededor.
Pienso que generalmente se quiere abastecer más de lo que podemos, porque hay tanto que hacer, que con nuestros actos querríamos ayudar al mayor número de personas, pero no siempre se dispone de los recursos materiales y humanos necesarios. Así yo siempre digo que si algo queremos cambiar, primero debemos hacerlo cambiando nosotros y después debemos aprender a conformarnos con mejorar un poco nuestro entorno más próximo, que siempre será más alcanzable a nuestras limitaciones humanas, porque lo cierto es que cambiar el mundo, no es cosa de una persona, sino de todos sus habitantes.
Si todos fuéramos encendiendo esas pequeñas llamas del cambio interior que se transmitiese a nuestro entorno, iríamos haciendo rodales y rodales que tarde o temprano irían uniéndose y haciendo cambios y mejoras cada vez mayores.
Pero por desgracia, parece que vivimos en un mundo que quiere favorecer el individualismo, el éxito y la riqueza personal, aspiraciones que no son alcanzables para todos, ni tampoco demasiado sostenibles. Quizá la crisis también nos hace más egoístas porque la necesidad acaba haciendo busquemos nuestra propia subsistencia y la de nuestra prole, olvidándonos de los otros, que también acaban haciendo lo mismo que nosotros.
Está claro que si no hacemos esos pequeños cambios necesarios, no sé donde llegaremos a parar, pero lo cierto es que según la tendencia, quizá algo sí que veremos y no parece un futuro esperanzador.
LEER MÁS...

SÓLO UNA SIESTECITA

A menudo oímos que hay accidentes por dormirse al volante y generalmente acabamos pensando que los accidentes quizá siempre son cosas que les pasan a los demás por su propia irresponsabilidad al volante y que no nos afectan mucho a nosotros.
Este domingo quedé con unos amigos a las ocho y media de la mañana para dar una vuelta en bicicleta, como solemos hacer casi todas las semanas. Íbamos tranquilamente por la vía hacia el "Barranquet de Soler", cuando vimos un coche que de cara hacia nosotros, había ido invadiendo poco a poco el carril contrario hasta que nos lo vimos encima. Nos tuvimos que tirar todos hacia los lados de la carretera gritándole.
Era un coche blanco y grande, de esos de marca, marca, es decir de los que llevan las personas con mucho dinero o los que quieren aparentar que tienen dinero y no tienen otra cosa más que el coche. Dentro iban dos personas que debían tener más de treinta años, o poco les faltaría. El conductor era un hombre que iba con la cabeza completamente afianzada en la ventanilla, apoyada también sobre su brazo. A su lado iba una mujer que parecía estar despierta y mirando adelante. No sé si estaría contando duendes, pero el caso es que los dos parecían llevar una buena cogorza, que arrastrada a lo largo de la noche, ya estaba convirtiéndose en sueño. ¡Pero lo peor de todo es que iban al volante y casi nos pasan por encima!.
Al gritarle todos levantando las manos para advertirlo mientras huíamos despavoridos, levantó la cabeza y pegó un volantazo para encarrilar el coche, que si no acaba atropellándonos a nosotros, se estampa contra un gran ciprés.
Lo cierto es que siempre nos quejamos de las prohibiciones: que si no podemos fumar en el restaurante; que si no podemos tomar una copilla en la comida y después coger el coche; que si los controles de alcoholemia; que si los radares; que si el carné por puntos... Nunca tenemos en cuenta que la libertad implica responsabilidad y como de alguna manera parece que poco a poco vamos siendo menos cívicos y responsables, son necesarias unas leyes más estrictas.
Así no debemos pensar que la irresponsabilidad de unos no nos afecta a nosotros, porque al igual que las prohibiciones nos afectan a todos, las irresponsabilidades de otros también nos pueden implicar a nosotros convirtiéndonos en sus víctimas.
LEER MÁS...

PABLITO Y EL SEXO

Hace mucho, mucho tiempo, un niño jugaba feliz en el parque, aunque esta vez estaba solo, porque a su mejor amigo, lo habían castigado y su otro amigo, se fue con su madre a comprarse unas zapatillas.

Al poco rato se le acercó un desconocido. Era un hombre bastante mayor; este le saludó y fue a sentarse en un banco que había delante de él. Pablo, o “Pablito”, que es así como lo llamaban sus padres y sus amigos, mostró indiferencia, porque siempre le habían dicho que no hablase con extraños. Pero aquel hombre no se dio por vencido y le dijo que era de muy mala educación no devolver el saludo, así que Pablito le saludó. “Así está mucho mejor”, le dijo aquel personaje sonriendo; “ven y toma un caramelo”, continuó diciendo. Inocentemente, el niño acudió a por aquella golosina. “Hoy hace un día maravilloso, ¿verdad?; puedes sentarte que no te voy a morder” le dijo de nuevo aquel hombre sonriendo; pero el pequeño, guardando las distancias, se volvió para recoger sus juguetes. Si hubiesen estado sus amigos, seguro que se habría envalentonado para decirle al hombre que su madre no le dejaba hablar con desconocidos.

Acababa de recoger el tractor, la pala, el rastrillo y el cubo cuando se dio la vuelta para mirar por última vez a aquel desconocido. Y allí estaba él, sentado en el banco haciendo algo con sus pantalones.

“Se había bajado la cremallera y se estaba tocando el pito”, le dijo a su mejor amigo dos días después entre risas. No le dieron importancia al asunto, porque su ignorancia en tema sexual mantenía intacta aquella inocencia suya y todo quedó como un acto de locura. Tampoco hablaron con nadie sobre el asunto, porque eso “eran guarrerías” según decían los mayores.

Tiempo más tarde, en los bancales de una masía abandonada, en los que estaban jugando Pablito y sus amigos, apareció de nuevo un hombre que decía ser mago.

Aunque las imágenes están difusas y sus palabras se borraron por completo de mi memoria, puedo anotar que tal hombre, acabó masturbándose a tres metros de aquellos niños, entre los que estaba yo y Pablito, sentados como si ante un espectáculo de magia se tratase, con los ojos fijos en el escenario para no perder detalle y poder delatar al mago y sus falsos trucos.

Cuando acabó el que decía ser su primer truco de magia, dijo que necesitaba un papel para su segundo truco y se fue a buscarlo. Ya no apareció. Al poco rato, aparecieron dos chavales que eran unos años mayores que nosotros, a los que les explicamos lo sucedido. “Eso nosotros también podemos hacerlo, pero vosotros sois demasiado pequeños aún” dijeron antes de marcharse.

Yo no supe hasta dónde podía alcanzar la magnitud de los hechos que acontecieron en el parque o detrás de la masía con aquellos hombres hasta años más tarde. Pero las picaduras que en aquel momento pasaron desapercibidas para mi edad, me dejaron un veneno en la sangre que perdura años después en mi mente.

Por circunstancias de la vida, las actividades con niños son una constante que me recuerdan muchas veces aquellas escenas, de las que los medios de comunicación nos destapan casos peores, y pienso que yo tuve suerte y no me causaron mayores traumas que clasificar la sexualidad como algo sucio o prohibido. ¡Menos mal que mi mujer me hizo cambiar de idea y descubrir su lado bonito!. Por suerte, los niños de nuestros días son más despiertos y poseen mayor información sobre estos temas, aunque ojalá nunca perdiesen esa inocencia que les hace tan especiales.

Se dice que los maltratados acaban convirtiéndose en maltratadores, así que yo quizá también podría haberme convertido en otro hombre más que como ellos, pierden la cabeza y ahogando la moral, alimentan sus fantasías sexuales con los perfiles de la inocencia que se dibujan en los rostros de los niños o de cualquier otra manera menos decorosa.

Resulta curioso ver que es siempre el hombre el verdadero protagonista en los casos de violaciones, pederastia, prostitución, malos tratos, drogadicción… Es algo que también me avergüenza como varón y me lleva a preguntarme porqué, ¡Con la de mujeres que hay y lo maravillosa que puede ser vivir la sexualidad en su compañía, en condiciones de igualdad y de manera responsable!. Unos responden que es cosa del mal, que anda suelto por la faz de la tierra, pero lo cierto es que aún no he hallado una clara respuesta que me satisfaga y me permita entender el porqué de tales acciones humanas.

Pablo
LEER MÁS...

LA LENGUA MÁS LARGA

A menudo he encontrado gente que me ha preguntado porque escribo en valenciano, diciendo algunos que no estaban de acuerdo porque el castellano es una lengua que todo el mundo entiende en nuestro país y además, llega también a mayor número de personas, dado que es la tercera lengua más hablada en el mundo.

Debo decir que no lo hago con la intención de alimentar ningún tipo de nacionalismo, dado que pienso que es una lucha sin sentido, sino sólo porque es la lengua con la que me han hablado desde pequeño en casa y con la que también hablo con mucha más gente. También me siento cómodo con ella y de la misma manera, hay menos gente que escribe en valenciano.

Sé que sería una cosa muy ambiciosa llegar a conseguir que todo el mundo me leyese, por tanto según este motivo, también me resulta igualmente absurdo tener que escribir en una lengua que alcanzase al mayor número de personas, porque entonces debería elegir el inglés o el chino, que van por delante del castellano.

Igualmente debo añadir que cuando realmente interesa lo que se dice o está escrito en cualquier lengua, la gente siempre ha hecho el posible por entenderlo y traducirlo. De hecho se han traducido documentos de lenguas ya perdidas hace siglos. Yo sólo pretendo escribir con humildad, sin ambiciones ni tratar de ofender a nadie y buscando unicamente arañar un poco la conciencia colectiva, con mi lengua de calle.

Lo cierto es qué me resultaría más fácil escribir en castellano, porque en la escuela ha sido la lengua que más se ha reforzado, por lo menos en mi época. También es más fácil encontrar mejores programas correctores en castellano y hasta hace algunos años, me vi en cierta medida obligado a escribir en castellano por no haber encontrado para el valenciano, pero ahora que he encontrado y ya he ido practicando, me resulta indistinto escribir en cualquiera de estas lenguas y también intento mejorar su uso. De hecho utilizo las dos, a pesar de que a veces se me puede confundir algún acento i y o letra.

Como me gusta escuchar a la gente, y también por petición de algunos lectores a los que les cuesta entender el valenciano, he decidido alternar la publicación de mis artículos en cualquiera de las dos lenguas, porque lo cierto es que siempre que he escrito algo, la he hecho del valenciano al castellano y al revés y para mí no me supone ningún trabajo adicional.

Agradezco la opinión de aquella gente que lee lo que yo escribo y más aún el hecho de que me haga saber sus opiniones.

LEER MÁS...