MENTIRA O VERDAD

Se dice que "las verdades a la cara ofenden" o que "por decir las verdades se pierden las amistades". De alguna manera esto bien puede indicar que no estamos preparados para oír las verdades o que tampoco sabemos decirlas. Así hay quien dice que no tiene pelos en la lengua, pero también por este motivo hay quien ha perdido muchos amigos. Entonces, ¿es preferible no decir la verdad?.
Yo pienso que la sinceridad no está reñida con la diplomacia; que debemos ser completamente sinceros, pero también que si no sabemos decir las cosas bien, es mejor callar que decir una mentira. Quizá callar es el otro de los problemas. Nos cuesta mucho atar la lengua y antes de callar, siempre acabamos por soltar algún escupitajo del que poco medimos las consecuencias que este puede provocar, no sólo sobre los otros, sino también sobre nosotros mismos. Así parece que tenemos mucho que aprender.
Pero a menudo vivimos en un mundo lleno de mentiras, donde no sólo nos encontramos con las pequeñas mentiras que podemos decir cada día, sino también con aquellas que arrastradas a lo largo de los años por los intereses de algunas personas de su época, maceradas por sus seguidores, y repetidas al cabo del tiempo, han acabado convertidas en el que estamos convencidos de que son grandes verdades. Así hemos adornado las pequeñas verdades con gran cantidad de mentiras, hasta que curiosamente, en lugar de convertirse en grandes mentiras, han acabado convirtiéndose en grandes verdades. Pero lo peor de todo es que ¡pobrecito de quien lleve la contra!.
De alguna manera nos hemos ido acostumbrando a las mentiras, tanto como a tener pies. Así hemos dejado de lado nuestra capacidad crítica para vivir con la más absoluta indiferencia y dejar de creer en todo en lugar de buscar la verdad como la aguja en el pajar. Hemos dejado de creer en la religión, en la política, en los medios de comunicación, en las personas, en las capacidades del ser humano, en los valores... Ya no nos interesa pulirnos como persona o tratar de hacer un mundo mejor, sino la propia subsistencia de nuestro "ego".
¿Debemos continuar callando?. ¿Debemos aprender a comulgar con ruedas de molino?. ¿Es mejor ser indiferentes?.
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PROPÓSITOS DE AÑO NUEVO

Con la llegada del año nuevo, suele ser muy común oír: “año nuevo, vida nueva”. Así mucha gente suele mirar atrás y hacer propósitos para reestructurar un poco su vida para el año próximo y tratar de mejorar en algunos aspectos; como por ejemplo apuntarse al gimnasio, bajar de peso, dejar de fumar, pasar más tiempo con la familia y los amigos, organizarse mejor, iniciar unos estudios, conseguir pareja, hacer el viaje deseado... a menudo estos propósitos, que suelen llevar un componente de compromiso por parte nuestra, acaban siendo las típicas cosas que generalmente acabamos por no cumplir. Quizá debemos tener claro que la vida no cambia de un día para otro. Debemos ir construyéndonos a nosotros mismos día a día y sin bajar la guardia, sin abandonarnos en ningún momento, y pensando que formamos parte de una sociedad interdependiente.

Por lo que he ido oyendo de unos y otros, hay bastante pesimismo respecto este año nuevo. Son muchos los que creen que la crisis aún será peor. La primera muestra empezamos a encontrarla ante de la noticia que van a subirnos la luz, el gas y la compra semanal y van a haber recortes sociales, por ejemplo en las ayudas por desempleo o el llamado “cheque-bebé” y la vivienda tampoco desgravará en la declaración de la Renta. Resulta curioso que después de ir repartiendo ayudas económicas por aquí y por allá como si fueran caramelos (quizá como forma de soborno por obtener votos) y como se vacían las arcas del estado, la forma de solucionarlo sea subiendo los impuestos.

Está claro que siempre lo pagan los que están bajo y los de arriba no sacrifican lo más mínimo. En lugar de ser más eficientes en la administración, gestión y uso de los ingresos o recortar unos sueldos hinchados o puestos de trabajo fijos de gente que no hace otra cosa que cobrar por estar aquí, o quitar los sueldos vitalicios de gente que sólo por haber estado unos pocos años en la política ya te derecho a una “pensión” para siempre, “vamos a exprimir u oprimir más aún a los que sustentan toda esta estructura!”.

Creo que esta forma de gobierno no es demasiado sostenible. Por suerte para los que están arriba, los de abajo callan y aguantan bastando, pero recordemos que también han habido muchas revoluciones y sublevaciones a lo largo de la historia y parece que como esto no mejore... alguien deberá decir basta. ¡Menos mal que como somos más civilizados, ya no utilizamos la guillotina!.

Quizá debemos volver a aclarar a los que nos dirigen, y también a los que hacen el papel de la oposición, que deben trabajar por que todo nos vaya mejor, no para vivir en costa nuestra ni desviar atenciones; que deben preocuparse que podamos llegar a el fin de mes, no al ir recogiendo más y más; que si han elegido estar en ese cargo, es por vocación, no por avaricia ni para hacer teatro; que cuando la gente no está contenta, hay que escucharla; que si no encuentran soluciones, no hace falta avergonzarse y mirar hacia otro lado, sino que hay que consultar. Que si se han ganado nuestra confianza para ser elegidos, no deben traicionarnos.

Igualmente hay que lanzar otros deseos, como que todos seamos menos avariciosos, menos materialistas, menos consumistas y también menos orgullosos; que seamos más comprensivos, más solidarios, más justos y más respetuosos.

Pero arrastrando el pesimismo contagioso, como estos deseos y propósitos no llegaremos a cumplirlos, sólo hay que pedir que Dios nos asista.

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LA HISTORIA DE LOS REYES MAGOS

Alguien que no tengo constancia de conocer personalmente, me envió este correo que me permito transcribir, de manera más recortada, aún cayendo en el plagio, porque quizá sirva de utilidad para lavar las conciencias de aquellos que no desean engañar a sus hijos y, sin embargo, por ver la ilusión de los más pequeños de la casa, lo hacen a costa de alguna mentira piadosa.

Cuentan que un padre, tras acabar su jornada de trabajo, se encontró a su hija que con voz baja y titubeante, le dijo: “¿Papa?. Quiero... que me digas la verdad”. “Claro, hija. Siempre te la digo” -respondió el padre un poco sorprendido.

“Papá, ¿existen los Reyes Magos?”. “Las niñas dicen que son los padres. ¿Es verdad?”. El padre se quedó mudo, miró a su mujer, intentando descubrir el origen de aquella pregunta, pero sólo pudo ver un rostro tan sorprendido como el suyo que le miraba igualmente.

“¿Y tú qué crees, hija?”, le preguntó su padre. “Yo no sé, papá: que sí y que no. Por un lado me parece que sí que existen porque tú no me engañas; pero, como las niñas dicen eso”.

“Mira, hija, efectivamente son los padres los que ponen los regalos pero...” “¿Entonces es verdad?. ¡Me habéis engañado!”, dijo la hija con los ojos llorosos. “No, mira, nunca te hemos engañado porque los Reyes Magos sí que existen”. “Entonces no lo entiendo, papá”.

“Siéntate, hija, y escucha esta historia que te voy a contar porque ya ha llegado la hora de que puedas comprenderla”. Ella se sentó entre sus padres ansiosa de escuchar cualquier cosa que le sacase de su duda, y su padre se dispuso a narrar lo que para él debió de ser la verdadera historia de los Reyes Magos:

 “Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al Portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:

-¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.

-¡Oh, sí! -exclamó Gaspar-. Es una buena idea, pero no seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.

Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:

-Es verdad que sería fantástico, pero aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños.

Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su cuna parecía escucharles muy atento, sonrió y la voz de Dios se escuchó en el Portal:

-Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?

-¡Oh, Señor! -dijeron los tres Reyes postrándose de rodillas. Necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes.

-No os preocupéis por eso -dijo El Niño Jesús-. Yo os voy a dar los mejores pajes para cada uno de los niños que hay en el mundo.

-¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible? -dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.

-Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños? -preguntó Dios.

-Sí, claro, eso es fundamental - asistieron los tres Reyes.

-Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?

-Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje -respondieron cada vez más entusiasmados los tres.

-Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?

Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que Dios estaba planeando, cuando la voz de nuevo se volvió a oír:

-Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte, regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y a partir de entonces, en todas las Navidades, los niños harán también regalos a sus padres en prueba de cariño. Y, alrededor del Belén, recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.

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MATAR POR COMIDA

Después de unos días de celebración, en los que en muchas de nuestras casas no ha faltado la comida, es más, generalmente ha habido con bastante abundancia, hay que recordar que la crisis ha estado afectando cada vez a muchas más familias, que no habrán podido tener comidas demasiado especiales, o ni tan siquiera hacer regalos a los más pequeños de la casa, quizá entre otras cosas peores.
Cuando la gente no tiene trabajo, tampoco suele tener los ingresos que antes tenía para hacer frente a la hipoteca, el alquiler, el coche, el gasto de luz, la contribución, las necesidades de los hijos... o todo lo necesario para sobrevivir de una manera aceptable dentro esta sociedad, incluso, la comida. Algunos de ellos incluso podrán perder la casa donde viven por no poder pagar la hipoteca o el alquiler. Es realmente triste llegar hasta esa situación y no encontrar siempre quien te ayude, dado que a veces resulta más fácil encontrar quien aún te acabe de hundir, porque al fin y al cabo, todo es una cadena en la que si unos no pagan, los otros no cobran y tampoco pueden pagar sus propias deudas.
Quizá vivimos una situación que nos condice a mirar por nuestro propio culo para tratar de sobrevivir, a pesar de que a veces pueda ser a costa de los otros. Así es previsible que la situación aún llegue a ser peor, afectando mucha más gente, que deberá recurrir a tenerque pedir la ayuda de otras personas, en ocasiones dentro de la propia familia, pero en muchas otros deberán pedir ayuda a los servicios sociales municipales, que también se irán desbordando, o a diferentes iglesias u ONGs que tienen programas de ayuda con lo entrega de alimentos, ropa o juguetes y que no podrán abastecer a todo el mundo.
Para pedir ayuda, a pesar de que también hay gente con mucha cara, hay gente que realmente lo necesita y a veces hay que vencer el orgullo propio, cosa creada dentro del propio modelo de sociedad en que vivimos, y más si acabamos dependiendo de la caridad de los otros. Habrá quien acabará haciéndolo, pero también habrá quien preferirá recurrir al robo. De la misma manera, habrá quien se solidarizará con la gente que lo necesite, pero también es triste ver que algunos sólo serán capaces de moverse, protestar o agraviar-se cuando les roban algo.
Para salir de esta, se necesita gente, solidaridad, comprensión, apoyo... pero sobre todo, mucha igualdad, para que no sea necesario enfrentarse con el orgullo, recordando que al fin y al cabo, todos nos sentamos en la taza del váter y de la misma manera que hoy podemos estar a una parte del mostrador, mañana podríamos estar a la otra; de ser los donantes, podemos pasar a ser los receptores. Así, según tratemos los otros, podremos ser tratados.
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