ACCIÓN DE GRACIAS

Después de tanto tiempo manteniéndome costando en mi afición a la escritura y dedicándole unas horas para cumplir con mi compromiso semanal mantenido con este periódico, debo darle las gracias a su director, redactores, editores... por haber hecho posible difundir algunas de mis opiniones y también porque me han permitido darme ánimo y motivaciones para continuar escribiendo.
También debo agradecer a los lectores que he ido teniendo por el hecho de haber dedicado unos minutos de su tiempo para leer parte de lo que yo pienso, dado que ellos son mi fuente de inspiración y dedicación, y es a ellos a quienes siempre he querido dirigirme, esperando que lo que escribo nos haya permitido a todos reflexionar un poco sobre la vida y la clase de mundo que tenemos, sólo con la intención de tratar de hacer mejor nuestro entorno.
Por mi parte, también debo darle gracias a Dios por su dirección y apoyo, porque me ha dado los recursos, el interés por la escritura y un despertador que casi todos los días me hace levantarme a las seis y media de la mañana para orar, leer y escribir, además de muchas de las palabras necesarias para hacer todo esto posible.
Igualmente debo pedir perdón, porque quizá en alguna ocasión también he quedado emborrachado por el propio lenguaje y después de haber dejado el agradable calor de la cama a estas horas de la mañana, quizá haya dicho alguna palabra o cosa que no debería, pero que al fin y al cabo, también forman parte de mi naturaleza que igualmente debo ir puliéndome.
Muchas gracias a todos y hasta la próxima.
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EN LA TAZA DEL VÁTER

Como todas las semanas desde que tengo la costumbre de comer, el sábado fui a hacer la compra semanal y a veces me sorprende a mí mismo la cantidad de cosas que pueden comer dos personas. Es cierto que me gusta cocinar y tener siempre invitados en casa, de hecho la semana pasada tuve invitados para comer durante cinco días, pero no siempre compro para los comensales, porque dicen que donde comen dos comen tres y donde comen tres comen cuatro. Soy de los que planifican el menú de toda la semana y en función de este menú, intentando siempre repasar antes todo lo que me queda en la dispensa, el congelador o la nevera, elaboro una lista de compra a la que también soy bastante fiel. Dicen que esta manera de proceder permite el ahorro y ciertamente hay semanas que compro poco, pero también hay de otros en las que la cartera suele temblar, o por lo menos lo hace mi mano mientras la saco para pagar.
Lo más fácil es decir que han subido los precios, pero a veces también compramos más de lo necesario, como esta semana que me permití el lujo de comprar dos tarrinas de helado, fresas y nata. Del cordero, la ternera, el salmón, el emperador o el marisco hace tiempo que prescindí.
Y ya ves para qué: después de pasar horas cocinando y unos minutos comiendo, lo que no se acumula en los michelines, va a parar en la taza del váter. Es ahora que va llegando el buen tiempo, cuando todo el mundo, incluso yo, quiere perder peso, puede ser para no avergonzarse en la playa o la piscina luciendo unos modelitos que a menudo hacen pavor.
Es cierto que desde que me he independizado como lo que quiero y nunca tiro la comida, también porque procuro que nunca sobre. He hecho algún cursillo de cocina y manipulación de alimentos, también doy clases para aprender a cocinar e incluso he llegado a superar a mi madre en la cocina. Debo decir que disfruto comiendo, pero también a medida que pasan los años y mi vida va teniendo estabilidad, como apetito no me falta y he ido haciéndome un poco más sedentario, empieza a aparecer ese flotador nombrando curva de la felicidad.
Esto me hace reflexionar sobre esa gente que no tiene para comer mientras otros se pegan unas buenas hartadas e incluso se permiten el lujo de dejar comida en el plato o decir “esto no me gusta”. Mi conciencia y mi espiritualidad me mueven a querer hacer algo. Cada día le ruego a Dios que me guíe, pero por el momento no he encontrado ninguna ONG, partido político o iglesia en la que creer plenamente y obrar por los demás, a pesar de eso, colaboro en alguna en la medida en que me dejan y debo decir que no se hace todo lo que se podría y a menudo se pierde mucho tiempo y recursos.
Mientras tanto, nosotros en la taza del váter nos pegamos nuestras buenas cagadas.
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LAS CIEN MEJORES BOFETADAS

Un día estaba yo viendo la televisión, y me resultó curioso ver que estaban hablando de la existencia de un ranking mundial en el que se identificaba a las cien personas más ricas del mundo, entre las que curiosamente hay trece españoles. Otro día cambiando de canal mientras buscaba algo interesante que ver, encontré un programa en el que también enseñaban las casas de algunas de esta élite de personas.
Para mí, lejos de mostrarme orgulloso por mi fortuna y éxito delante de los otros, me caería la cara de vergüenza al demostrarle al mundo que mi propósito es amontonar una riqueza exclusivamente para mí y mi bienestar, con lo que por mis capacidades y dedicaciones, me puedo considerar superior a los demás y por tanto, debo tener más que los otros como una recompensa a mi propia forma de actuar.
El mundo está distribuido de manera que cada uno te unas capacidades o dones y no hay unos mejor que otros, sino que todos son necesarios. Así hay gente con la capacidad de dirigir, otros con la de divertir o distraer, otros con la de trabajar, otros con la de curar, otros con la de crear, también con la de construir... y así hasta cada uno de nosotros.
La suma de todos estos dones o habilidades es lo que nos permitiría vivir en un mundo mejor, en el que cada uno desarrollaría su papel no para sí mismo, sino para el funcionamiento común, haciendo un conjunto perfecto y estable, en el que nadie es mejor que el otro; seríamos como un cuerpo en el que cada órgano es necesario y no hay ninguno mejor o más necesario que otro. De no actuar como una parte del cuerpo, sino buscando sólo el interés propio, es comportarse como un tumor, que persigue su propia reproducción y subsistencia a costa de la totalidad del cuerpo, incluso al punto de contribuir a la destrucción del organismo en el que habita y por tanto también su propia autodestrucción.
Esto nos puede parecer una utopía que nos hace dependientes unos de otros, pero en una sociedad como la nuestra, ya es así y en realidad dependemos unos de otros; la única diferencia es que les damos más importancia y reconocimiento a unas personas que a otros, cuando en realidad no hay escritores sin lectores, casas sin obreros, vendedores sin compradores, médicos sin enfermos, mecánicos sin coches, maestros sin alumnos, futbolistas o cantantes sin sus seguidores, sillas sin gente que necesita sentarse... cada uno tiene unas capacidades y funciones que ejercer en este mundo.
Sin duda el mundo sería otro si compartiésemos nuestros dones no para beneficio propio, sino para el de todo el mundo. Exhibir con orgullo la propia fortuna es darle una bofetada a cada persona en cualquier parte del mundo que no tiene para comer, trabajo o casa, cuando en realidad son ellos quienes la merecen.
Es toda una muestra de menosprecio por los otros no tratar de hacer que su vida sea mejor, más fácil y feliz; cosa que aparte de altruismo, también se llama amor. Está claro que no hace falta estar entre esas cien personas más ricas del mundo, sino que, a su nivel, cada uno también puede tratar de hacer que la vida de los otros sea mejor, porque una cosa también es cierta: si los otros están mejor, nosotros también estaremos mejor.
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LOS BENEFICIOS DE LA MUERTE

El otro día recibí una llamada de teléfono del banco diciéndome que por ser buen cliente, había sido seleccionado para beneficiarme de un seguro de vida que sería gratuito hasta mayo. ¡Es curioso que todo el mundo resulta ser ese buen cliente seleccionado!. Seguidamente empezaron a decirme una retahíla de coberturas y ventajas al contratar este seguro, conversación que sería grabada; por último me dijeron el precio, que para ellos era muy asequible y yo lo podía pagar en cómodas cuotas mensuales. Después de haber escuchado paciente y educadamente esta mujer que estaba haciendo su trabajo, le dije que para mí, añadir un gasto más no me venía demasiado bien y entonces no me interesaba. Me volvió a repetir que era gratuito hasta mayo y que sólo podía beneficiarme de esta oferta por teléfono y no lo podría contratar en cualquier otro momento ni oficina bancaria. Añadió que en una semana recibiría la póliza en casa para estudiarla y decidir si rechazarla o confirmar su contratación. Mientras tanto yo ya pasaba a ser beneficiario de las garantías de este seguro hasta el mes de mayo, tanto si lo contrataba como si no. No quise dejar de ser educado y colgarle el teléfono.

Después me pasó la llamada a otro compañero que por sí fuera poco, me repitió lo mismo y al que también le dije que no quería añadir un gasto más, pero que no obstante, de tan emborrachado como estaba de leer su mensaje, tampoco fue capaz de escucharme y volvió a repetir que en una semana recibiría la póliza y así yo ya decidiría.

Antes de recibir estos documentos, sin necesidad de leerlos, tengo claro que mi respuesta será “NO”. ¡Qué desperdicio de papel y gastos innecesarios de envío!. ¡Ya tengo demasiados seguros!: que si el del coche, el de la casa, el de decesos, el del préstamo hipotecario... Si ellos se empecinaron que yo recibiese esta póliza, debo añadir que yo también tengo la virtud o el defecto de ser un cabezota y de los grandes. Eso sí, ahora veremos si es tan fácil rechazarlo como contratarlo y si debo dar y repetir tantas explicaciones como ellos me hicieron por teléfono.

Después de todo, me molesta el hecho de que te vendan una tragedia personal como pueda ser la muerte tuya o de tu pareja con una recompensa medida en dinero, como si el dinero pudiese mitigar una pérdida como esta, o servirnos para sacar beneficios, incluso de la muerte de una persona amada. ¡Parece cosa de buitres más que amor!. Yo tengo claro que ni quiero el muerto, ni quiero beneficiarme con una recompensa económica por su muerte. Así que viviré saboreando al máximo cada momento de mi vida como si fuera el último, agradeciendo aquellos momentos en los que caminamos junto a esas otras personas y que hacen del caminar una experiencia más agradable y enriquecedora. Pienso que por el simple hecho de nacer estamos condenados a morir, por tanto la muerte es tan natural como la vida y no nos debemos aferrar a nada ni a nadie, porque aparte que no aprovechará para nada, dado que nos llevamos al morir lo mismo que traemos al nacer, no es bueno vivir apoyado en el dolor que nos produce todo lo que nombramos “tragedias o problemas”, que curiosamente dejan una huella imborrable en nuestras vidas y nunca olvidamos, a diferencia de las cosas buenas, que pronto suelen quedar en el olvido.

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